Con la llegada de las vacaciones escolares, los menores tienen más tiempo libre y con ello, más dificultad para organizar el día a día. En ocasiones aparece el aburrimiento. Cuando descubres que si les dejas el móvil, la tablet o cualquier otra pantalla el menor se calma, deja de reclamar, no es pesado, no incordia, etc. aparece la Babysitter digital. Este término se utiliza para hacer referencia a la función “anestésica” de entretenimiento y ocupación que la tecnología ejerce sobre los menores.
Comienzas a ver a tu babysitter digital como una aliada que te facilita la vida. Incluso que te ayuda en las funciones parentales. Por ejemplo, es más fácil que un bebé ingiera alimentos si durante la comida está viendo dibujos en tu teléfono o los niños cuando usan la tablet en un restaurante (hecho muy común) no dan guerra, de hecho es la forma “más ineficiente” para que un hijo adquiera educación alimenticia o normas de comportamiento.
La Babysitter digital puede parecer un “instrumento tecnológico que ayuda” a los padres y madres en la tarea de entretener y educar a los hijos. A pesar de esas virtudes quizás debemos analizar las consecuencias de este tipo de consumo digital. Por una parte, ocupa un espacio de crecimiento positivo más propio de la familia como es el ocio. Y por otra parte, carecemos del control sobre lo que aprenden a través de ella.
En la medida que la Babysitter digital va adquiriendo presencia en la familia, los hijos la reclaman con más asiduidad, ya no son pesados pidiendo la atención de sus padres, se conforman y exigen la atención de ella, dado que cubre muchas de sus necesidades (sobre-estimulación), hasta el punto de generar un vinculo fuerte e intenso entre ellos. Tanto es así, que prefieren pasar más tiempo con ella que con su propia familia.
Alguno puede pensar que frente a los riesgos existen los controles parentales de los distintos dispositivos tecnológicos. Hace algún tiempo, con mi amigo Javier Gutiérrez Bajo especialista en educación tecnológica, hablaba sobre la eficacia de estos programas. Él me decía: “El mejor de todos los controles parentales son los ojos del padre y/o la madre observando que está viendo su hijo a través de la pantalla”. También me comentaba que el lugar donde los menores deben utilizar la tecnología, debe ser siempre en el salón (zonas comunes) nunca en la habitación (espacios aislados) y en muy pocas ocasiones fuera de casa. Cuando esto se tenga claro, se podrá complementar con los diferentes programas de control parental tecnológico existentes.
Son los padres y madres quienes deben definir el lugar que ocupa la Babysitter digital en su familia, haciendo su propio análisis de pros y contras de utilizarla como elemento de entretenimiento y aprendizaje.
ivan.castro@metodotouchbrain.es