La personalidad
Las características de personalidad, el ciclo de desarrollo vital y el grupo, además del ambiente o el entorno serán indicadores significativos que afectaran en la gestión de usos tecnológicos. El Método Touch Brain diferencia entre indicadores individuales y grupales(infancia y adolescencia).
TECNOLOGÍA Y FACTORES DE PERSONALIDAD
En el campo de las adicciones se tiende a destacar el potencial adictivo de las sustancias o tóxicos consumidos. Es decir, el riesgo de desarrollar una adicción al consumir por ejemplo alcohol o cannabis, según las características de esas sustancias en términos de la intensidad del efecto, la acción sedante o estimulante, la asociación con otras drogas, la frecuencia del consumo, etc.
Este enfoque, a pesar de su utilidad, es solo parcial, necesita complementarse con el estudio de la otra parte de la ecuación: el sujeto consumidor de esas drogas.
Con ello no nos referimos a la llamada “personalidad adictiva”-, un teórico único tipo de personalidad que pudiera hacer más vulnerable a sufrir adicciones y que ha sido objeto de investigación desde hace muchos años, pero sin resultados concluyentes ni útiles en la clínica.
A lo que nos referimos, es al análisis de factores individuales predisponentes al consumo, identificando la población en riesgo de desarrollar una adicción para diseñar intervenciones terapéuticas y preventivas eficaces.
Entonces, sin duda alguna, en el encuentro con los consumidores problemáticos de tecnología nos interesa saber su perfil de personalidad. Pero, ¿qué es la personalidad? y ¿qué relación tienen la personalidad y la adicción a la tecnología?. Veamos a continuación la primera de estas cuestiones.
Las definiciones de personalidad nos llevan a expresiones como “ la forma de ser” , -todos decimos en algún momento: “yo soy/no soy así…”-; la personalidad es una parte de nosotros moldeada poco a poco por el tiempo y el contacto con los demás, abarcando hábitos y costumbres, manías, gustos, etc. Una máscara que aunque se expresa hacia fuera, también oculta al mismo tiempo partes de nuestro yo más profundo; nos hace diferentes al resto y a la vez siempre estamos copiándonos a nosotros mismos, apareciendo lo que llamamos patrones de comportamiento.
Las características más estables de la personalidad se denominan rasgos de personalidad, elementos de nuestra forma de ser estables en el tiempo, con poca tendencia al cambio espontáneo. Se han estudiado cinco principales rasgos o factores de personalidad: amabilidad, apertura a la experiencia, neuroticismo, introversión/extraversión y escrupulosidad.
Pues bien, esta forma de ser, la personalidad, se va formando como decíamos poco a poco durante nuestra vida, especialmente durante la infancia y la adolescencia. Incluso en edades tempranas, cuando todos nos parecemos más entre nosotros, nos damos cuenta del germen de la personalidad, de las pequeñas diferencias entre los niños.
La personalidad queda más definida al final de la adolescencia, pudiendo seguir en parte abierta al cambio durante el resto de nuestra vida, pero con una tendencia a cristalizarse y quedar “fija” a medida que envejecemos. Todos podemos pensar en ejemplos de personas conocidas a los que los años les han reagudizado rasgos de su personalidad, haciéndose más huraños, avaros, irritables, etc. Afortunadamente también por el contrario, otros se hacen más generosos, relajados, amables, etc.
Como vemos, la personalidad se gesta, va tomando forma progresivamente durante nuestros años de formación y crecimiento, de ahí la importancia de permitir el buen desarrollo o la máxima potencialidad de la personalidad durante la infancia y la adolescencia, ayudando en lo posible en su crecimiento, y como si de una planta se tratase, interfiriendo lo menos posible en su desarrollo.
En un momento dado, reflexionando sobre la evolución de la personalidad y el uso de tecnología, surgió en nosotros la segunda de las preguntas planteadas anteriormente: ¿qué relación tienen la personalidad y la adicción a la tecnología?.
Para contestarla, recurrimos a la ayuda de los estudios llevados a cabo tanto en la infancia y adolescencia como en la edad adulta, analizando los patrones entre unas determinadas formas de ser y el uso de tecnología.
Infancia y adolescencia
Los trabajos publicados se han centrado tanto en estudiar qué características tiene la personalidad de niños y adolescentes adictos a las tecnologías, como en encontrar qué rasgos de personalidad tienen mayor riesgo de desarrollar dichas conductas adictivas en esas edades.
Sin entrar en detalle en cada uno de ellos, los artículos destacan que aquellos menores con mayor puntuación en las escalas de apertura a la experiencia y extraversión tienen menor riesgo de desarrollar adicción hacia las redes sociales y/o el móvil. Por el contrario, los sujetos con mayor puntuación en neuroticismo, tenían más riesgo de presentar conductas adictivas hacia las nuevas tecnologías.
Las conclusiones de estos estudios van en la línea del saber popular y el sentido común: los niños sociables y curiosos van a tener por lo general múltiples aficiones y actividades y estarán más protegidos al exponerse a las tecnologías, al no ser su único foco de interés. Por otro lado, los niños y adolescentes introvertidos y aquellos con mayor tendencia a estresarse con situaciones cotidianas, tienen más riesgo de engancharse a las redes sociales y al móvil para compensar las dificultades en la socialización y el manejo del malestar.
Edad adulta
Como decíamos antes, en la edad adulta la personalidad está más consolidada que en la infancia y la adolescencia, tiende a ser más sólida pero también más rígida, más difícil de cambiar.
Algunos adultos presentan un conjunto de rasgos de personalidad especialmente rígidos, dando lugar a patrones reconocibles asociados a malestar psicológico. En las revisiones bibliográficas los adultos con rasgos dependientes de la personalidad, rasgos obsesivos de personalidad y rasgos narcisistas de la personalidad tienen mayor riesgo de dependencia de la tecnología. Es decir, los adultos en riesgo de engancharse a la tecnología ya son dependientes de sustancias, relaciones, etc., o bien tienden hacia un exceso de control de lo que les rodea, o necesitan sentirse admirados y especiales.
Como hemos visto, la relación entre la tecnología y el individuo es compleja, tanto por las múltiples formas y contenidos de la primera, como por la diversidad del segundo, la conformación única de su personalidad en la que la tecnología encaja. Por lo tanto, necesitamos conocer al usuario que acude a nosotros en busca de ayuda, sea cual sea su edad, familiarizarnos con sus patrones de comportamiento, sus fortalezas y dificultades en las relaciones consigo mismo y con los demás para entender qué le ocurre en los diferentes niveles y ayudarle eficazmente.